Una investigación reciente revela que muchos adolescentes estadounidenses sufren de un trastorno alimentario y se enfrentan a trastornos psiquiátricos relacionados, como tendencias suicidas.
"La prevalencia de estos trastornos es mayor de lo que se esperaba para este grupo de edad. Los patrones de [enfermedades coexistentes], dificultades en su función social y tendencias suicidas indican que los trastornos alimentarios constituyen una preocupación de salud pública de gran importancia", escribieron los investigadores.
"Este artículo señala de manera apropiada que no debemos descartar los trastornos alimentarios como problemas de salud pública simplemente porque su prevalencia es inferior a la de algunas otras enfermedades mentales importantes", señaló Mary Tantillo, directora del Centro de Atención Integral del Oeste de Nueva York para Trastornos Alimentarios y profesora asociada de enfermería clínica de la Facultad de enfermería de la Universidad de Rochester. "La magnitud de lo que ocurre debido a los trastornos alimentarios, es decir, complicaciones graves para la salud física y mental, enfermedades psiquiátricas y adicciones, altos índices de mortalidad, y el elevado costo del tratamiento, supera con creces su baja prevalencia".
"Como dice el artículo, los trastornos alimentarios, como enfermedades de desconexión, pueden volverse crónicos y con el tiempo causar la muerte debido a las dificultades sociales y al aislamiento que crean", señaló Tantillo en una declaración. "A pesar de tener familias que los aman, amigos y personal escolar, los adolescentes afectados pueden pasar meses o años sin ser detectados debido al secretismo y a la vergüenza que rodean la enfermedad, así como a las maneras en las que afecta el cerebro y trastorna su percepción de la misma. El diagnóstico oportuno con frecuencia se ve perjudicado por la incapacidad de los adolescentes afectados de reconocer la necesidad de ayuda y/o de pedirla. Claramente, cuando los trastornos alimentarios de los adolescentes no se identifican y tratan rápidamente, los costos son enormes para el adolescente, su familia y la sociedad.
Bajo la dirección de Sonja A. Swanson, del Instituto Nacional de Salud Mental, el equipo de investigación informó sobre sus hallazgos en línea el 7 de marzo en la Archives of General Psychiatry.
Para investigar el asunto, los autores analizaron datos recolectados en el Suplemento de replicación adolescente de la Encuesta nacional de comorbilidad, en el que se incluyeron los resultados de entrevistas personales realizadas a más de 10,000 adolescentes entre los 13 y los 18.
El resultado fue que la prevalencia para toda la vida de los índices de anorexia nerviosa, trastornos de alimentación por atracones y varios otros trastornos alimentarios más oscilaba desde menos de medio por ciento en los entrevistados hasta 2.5 por ciento.
Aunque los niños y las niñas parecían igualmente susceptibles a la anorexia, se halló que las niñas eran más propensas a desarrollar bulimia y/o trastornos de alimentaciones por atracones.
Además, la mayoría de los que tenían cualquier trastorno alimentario también se veían afectados por al menos otro problema de salud mental. Fue así, por ejemplo, para cerca de nueve de cada diez adolescentes bulímicos y más de ocho de cada diez de los que tenían problemas de alimentación por atracones.
Los trastornos alimentarios, según halló el equipo, se relacionaron más comúnmente con dificultades sociales, un problema que afecta a cerca de nueve de cada diez adolescentes anoréxicos. Además, todos los trastornos alimentarios se relacionaron con mayor riesgo de por vida para tendencias suicidas.
A pesar de los hallazgos, los autores anotaron que apenas una minoría de los pacientes adolescentes que tenían un trastorno alimentario parecía estar recibiendo tratamiento diseñado para enfrentar sus problemas con la alimentación.
Las investigaciones anteriores sugirieron que los adultos afectados por el problema también son susceptibles a mayores índices de complicaciones médicas relacionadas y al suicidio.
Swanson y su equipo realizaron su trabajo con el apoyo del Instituto Nacional de Salud Mental.
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