sábado, 14 de mayo de 2011

Anemia


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La anemia, uno de los trastornos sanguíneos más frecuentes, ocurre cuando la concentración de glóbulos rojos o hematíes es demasiado baja. Esto puede generar problemas de salud porque los glóbulos rojos contienen hemoglobina, que transporta oxígeno a los tejidos corporales. La anemia puede ocasionar diversas complicaciones, incluyendo la fatiga y el agotamiento por el sobreesfuerzo de muchos órganos corporales.
La anemia puede estar provocada por muchos factores, pero los tres principales mecanismos corporales que la producen son:
  1. destrucción excesiva de glóbulos rojos
  2. pérdida de sangre
  3. producción inadecuada de glóbulos rojos
Entre muchas otras causas, la anemia puede ser el resultado de trastornos hereditarios, problemas nutricionales (como la deficiencia de hierro o de vitaminas), infecciones, algunos tipos de cáncer o la exposición a fármacos o toxinas.

Anemia provocada por destrucción de glóbulos rojos

La anemia hemolítica ocurre cuando los glóbulos rojos se destruyen prematuramente (la vida media normal de los hematíes es de 120 días pero en la anemia hemolítica es mucho menor). La medula ósea (el tejido blando y esponjoso del interior de los huesos que fabrica nuevas células sanguíneas) sencillamente no puede compensar la demanda de nuevas células por parte del organismo. Esto puede ocurrir por diversos motivos. A veces, las infecciones o ciertos medicamentos -como los antibióticos o los anticonvulsivos- son los culpables.
En la anemia hemolítica autoinmunitaria, el sistema inmunológico confunde a los glóbulos rojos con células invasoras y empieza a destruirlos. Otros niños heredan alteraciones en los hematíes que evolucionan hacia una anemia. Las tipos más frecuentes de anemia hemolítica heredada incluyen la anemia falciforme, la talasemia, la deficiencia de glucosa 6 fosfato deshidrogenasa (G6PD) y la esferocitosis hereditaria.
La anemia falciforme o perniciosa es un tipo grave de anemia que ocurre con mayor frecuencia en personas de origen africano, aunque puede afectar a personas de ascendencia caucásica o procedente de Arabia Saudita, la India o el área mediterránea. En esta afección la hemoglobina forma largas varas al repartir el oxígeno y los glóbulos rojos se deforman hasta adquirir forma de hoz. Esto conlleva una destrucción prematura de los glóbulos rojos, una concentración crónicamente baja de hemoglobina y episodios recurrentes de dolor, así como problemas que pueden afectar prácticamente a cualquier órgano del cuerpo. Aproximadamente uno de cada 625 niños americanos de origen africano nace con este tipo de anemia.
La talasemia, que afecta prioritariamente a personas de origen mediterráneo, africano o del sudeste asiático, se caracteriza por unos glóbulos rojos anómalos y de escasa vida media. La talasemia mayor, también conocida como anemia de Cooley, es un tipo grave de anemia en que los hematíes se destruyen rápidamente y el hierro se deposita en la piel y en los órganos vitales. La talasemia menor se asocia solo a una leve anemia y a mínimos cambios en los hematíes.
La deficiencia de glucosa 6 fosfato deshidrogenasa (G6PD) afecta mayoritariamente a hombres de ascendencia africana, aunque también se ha diagnosticado en muchos otros grupos raciales. En este trastorno, los glóbulos rojos o bien no producen suficiente cantidad de la enzima G6PD o la enzima que producen es anómala y no funciona adecuadamente. Cuando una persona que nace con esta deficiencia tiene una infección, toma ciertos medicamentos o se expone a sustancias específicas, sus hematíes experimentan un estrés adicional o sobreesfuerzo. Sin una cantidad adecuada de G6PD para protegerlos, muchos de esos glóbulos rojos se destruyen de forma prematura.
La esferocitosis hereditaria es un trastorno de origen genético que afecta a la membrana de los glóbulos rojos y puede cursar con anemia, ictericia (piel de tonalidad amarillenta) y agrandamiento del bazo. Los glóbulos rojos tienen una superficie menor que los glóbulos rojos normales, lo que hace que se abran y rompan con mayor facilidad. Los antecedentes familiares incrementan el riesgo de padecer este trastorno, que es más frecuente en personas originarias del norte de Europa, aunque se puede dar en cualquier raza.

    Los trastornos alimentarios son más prevalentes de lo que se creía entre los adolescentes estadounidenses


    Una investigación reciente revela que muchos adolescentes estadounidenses sufren de un trastorno alimentario y se enfrentan a trastornos psiquiátricos relacionados, como tendencias suicidas.
    "La prevalencia de estos trastornos es mayor de lo que se esperaba para este grupo de edad. Los patrones de [enfermedades coexistentes], dificultades en su función social y tendencias suicidas indican que los trastornos alimentarios constituyen una preocupación de salud pública de gran importancia", escribieron los investigadores.

    "Este artículo señala de manera apropiada que no debemos descartar los trastornos alimentarios como problemas de salud pública simplemente porque su prevalencia es inferior a la de algunas otras enfermedades mentales importantes", señaló Mary Tantillo, directora del Centro de Atención Integral del Oeste de Nueva York para Trastornos Alimentarios y profesora asociada de enfermería clínica de la Facultad de enfermería de la Universidad de Rochester. "La magnitud de lo que ocurre debido a los trastornos alimentarios, es decir, complicaciones graves para la salud física y mental, enfermedades psiquiátricas y adicciones, altos índices de mortalidad, y el elevado costo del tratamiento, supera con creces su baja prevalencia".
    "Como dice el artículo, los trastornos alimentarios, como enfermedades de desconexión, pueden volverse crónicos y con el tiempo causar la muerte debido a las dificultades sociales y al aislamiento que crean", señaló Tantillo en una declaración. "A pesar de tener familias que los aman, amigos y personal escolar, los adolescentes afectados pueden pasar meses o años sin ser detectados debido al secretismo y a la vergüenza que rodean la enfermedad, así como a las maneras en las que afecta el cerebro y trastorna su percepción de la misma. El diagnóstico oportuno con frecuencia se ve perjudicado por la incapacidad de los adolescentes afectados de reconocer la necesidad de ayuda y/o de pedirla. Claramente, cuando los trastornos alimentarios de los adolescentes no se identifican y tratan rápidamente, los costos son enormes para el adolescente, su familia y la sociedad.
    Bajo la dirección de Sonja A. Swanson, del Instituto Nacional de Salud Mental, el equipo de investigación informó sobre sus hallazgos en línea el 7 de marzo en la Archives of General Psychiatry.
    Para investigar el asunto, los autores analizaron datos recolectados en el Suplemento de replicación adolescente de la Encuesta nacional de comorbilidad, en el que se incluyeron los resultados de entrevistas personales realizadas a más de 10,000 adolescentes entre los 13 y los 18.
    El resultado fue que la prevalencia para toda la vida de los índices de anorexia nerviosa, trastornos de alimentación por atracones y varios otros trastornos alimentarios más oscilaba desde menos de medio por ciento en los entrevistados hasta 2.5 por ciento.
    Aunque los niños y las niñas parecían igualmente susceptibles a la anorexia, se halló que las niñas eran más propensas a desarrollar bulimia y/o trastornos de alimentaciones por atracones.
    Además, la mayoría de los que tenían cualquier trastorno alimentario también se veían afectados por al menos otro problema de salud mental. Fue así, por ejemplo, para cerca de nueve de cada diez adolescentes bulímicos y más de ocho de cada diez de los que tenían problemas de alimentación por atracones.
    Los trastornos alimentarios, según halló el equipo, se relacionaron más comúnmente con dificultades sociales, un problema que afecta a cerca de nueve de cada diez adolescentes anoréxicos. Además, todos los trastornos alimentarios se relacionaron con mayor riesgo de por vida para tendencias suicidas.
    A pesar de los hallazgos, los autores anotaron que apenas una minoría de los pacientes adolescentes que tenían un trastorno alimentario parecía estar recibiendo tratamiento diseñado para enfrentar sus problemas con la alimentación.
    Las investigaciones anteriores sugirieron que los adultos afectados por el problema también son susceptibles a mayores índices de complicaciones médicas relacionadas y al suicidio.
    Swanson y su equipo realizaron su trabajo con el apoyo del Instituto Nacional de Salud Mental.